El reloj marca las 5:30pm
“Así es, recuerdo ese día como si hubiera sido ayer… Y allí estaba yo… Lejos de casa, solo, cansado sin energías para volver… un escalofrío trepó desde mi espalda a mi cabeza… tenía mucho miedo”
Siempre he dicho que a partir de las 5:30 pm son mis horas favoritas del día, son los últimos minutos que tenemos para disfrutar de la luz del sol, y el cielo nos anuncia que quizás ya es tarde y hay que volver a casa. Todo se torna de un ligero color azul que cubre las calles y avenidas, las lámparas de las calles comienzan a encenderse una a una y los centros comerciales y locales comienzan a cobrar un segundo aliento de vida.
Se acaba la jornada diurna y comienza la vida nocturna, todo esto acompañado de un hermoso atardecer que hace que más de alguno nos hayamos detenido en alguna ocasión a querer fotografiar tan magnífico acontecer ante nuestros ojos.
En mi niñez tenía la costumbre de salir a bicicletear por las tardes, terminando de hacer tareas, tomaba mi bicicleta, una botella de agua y uno que otro ricito, todo a una mochila y a pasar la tarde recorriendo las calles de Cobán, perdiéndome entre calles que nunca había visitado y de alguna manera encontrando el regreso a casa. Por supuesto mis papás no sabían esto, según ellos me encontraba dándole vueltas a la cuadra sin parar.
En más de una ocasión desafié mis límites llegando a lugares donde, ahora que lo pienso, eran muy peligrosos para un niño de 10 años solo con una bicicleta y un quetzal para llamada de emergencia.
No le digan esto a mis papás, pero en una ocasión llegué a la entrada de Carchá con mi bicicleta.
Así es, recuerdo ese día como si hubiera sido ayer, la motivación por pedalear era mucho más grande de lo normal ese día. Algo me llamaba a ir más allá, donde nunca había ido, sentía una gran necesidad por responderme a mí mismo ¿hasta dónde llegarías?, ¿cuál es tu límite?, la fresca brisa de la tarde me acompañó durante el recorrido, solo pedaleaba sin parar como si de perseguir a alguien se tratara, sabía que mi límite estaba allí adelante y lo quería conocer, estaba ansioso por verlo de frente.
Seguía pedaleando y sin darme cuenta, un ligero tono azul se apoderó de las calles, los bombillos públicos comenzaron a prenderse uno a uno sobre mi cabeza a medida que seguía avanzando, los carros encendían sus luces y los negocios en las carreteras cobraban un … segundo aliento de vida.
luego de pedalear por mucho tiempo vi algo a lo lejos, dos peces muy grandes formando un arco sobre la carretera.
“Esto lo he visto antes” - me dije. Y allí estaba yo, sorprendido de lo lejos que había llegado, emocionado por fin haber descubierto una nueva frontera, pero al mismo tiempo poco orgulloso de lo peligrosa y poco responsable que había sido esta travesía.
Vi mi reloj de muñeca y el reloj marcaba las 5:30, en ese momento sentí el verdadero terror.
Me di cuenta de que estaba Lejos de casa, solo, cansado sin energías para pedalear de regreso, un escalofrío recorrió mi cuerpo desde la planta de mis pies hasta mi cabeza, trepando por mi columna congelando mi aliento, sentí mucho frío, ya no tenía comida y ese niño de 10 años se cuestionó ¿A QUÉ PRECIO? Conocer mis límites no vale la pena si me siento tan lejos de casa, abandonado y solitario, en un lugar que no conocía y cada minuto que pasaba era un minuto sin la protección de mis padres, corriendo el riesgo a que una catástrofe pase y lo peor de todo... a kilómetros de casa.
Tenía mucho miedo y comencé a pedalear de regreso, ahora con más fuerzas que nunca, pero ahora como si de huir de una bestia se tratara, sabía que allí tras se encontraba la incertidumbre, la soledad y todos mis temores.
Motivado por el miedo comencé a pensar en que cada metro que avanzaba era un metro más cerca de casa, más cerca de mis papás que seguramente me esperaban con cincho en mano.
Sabía que me iban a regañar y muy fuerte, pero nada me importaba, si querían que me castigaran 10 años más, pero no podía pasar ni un minuto más sintiéndote lejos de ellos.
bajo La Luz de la luna Llegué a casa bañado en sudor, y casi con lágrimas en los ojos entré mi bicicleta sin noción de la hora que era,
Tenía miedo y todo el camino estuve preparándome para dar alguna excusa, preparándome para los regaños castigos y todo tipo de llamadas de atención.
Entró a la cocina donde estaban mis papás, los veo y se me hace un nudo en la garganta…
Lo siguiente que escucho es a mi mama con un todo amable decir: “ehe ya viniste, que bueno, lávate las manos ya te sirvo”
Me quedé sin palabras, lo único que pude hacer fue hacer caso, me lavé las manos y la cara y me senté con mi familia a cenar, todos juntos una de las cenas más lindas que recuerdo. Sin saber que mi hora de mayor sufrimiento fue la hora que ellos me esperaron pacientes para cenar, yo tenía mucho miedo de volver, pero ellos confiaban en que yo regresaría para la hora de la cena.
Casi 10 años después volví a pasar algo igual, por querer descubrir mis límites, rocé las fronteras De Dios, para cuando me di cuenta ya estaba muy lejos, y tuve miedo de volver. Me paralice por varios meses y mi interior se congeló.
tú que estás leyendo esto, mira la hora, no esperes a que el reloj marque las 5:30, estas a una muy buena hora para volver a casa, con Papá, Donde eres amado y amada, te lo digo yo… no vale la pena descubrir las fronteras a precio de sentirte solo, vacío y abandonado. Y si ves que tu reloj marca más de las 5:30, mantén la calma, es cierto parece que en casa papá te espera con mil regaños y castigos… pero la verdad es que te está esperando para cenar contigo, con los brazos abiertos y un banquete a tu nombre.
Hoy papá te llama a Volver a casa, no importa el miedo o pena que sientas, no importa que tan cansado o cansada estés
Genesis 28:21
y vuelvo sano y salvo (en paz) a casa de mi padre, entonces el SEÑOR será mi Dios.
Recuerda, no importa que tanto tiempo tome… cada metro que avanzas es un metro más cerca de PAPÁ, aunque el reloj marque las 5:30 pm.
Autor: Jose Carlos Caal Archila
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