ESCALONES
Muchas veces, al referirnos a las imperfecciones, errores y muchas cosas que nos definen como seres humanos, automáticamente pensamos en ejemplificaciones como el barro siendo transformado y moldeado por Dios hasta llegar a una vasija hermosa; o tal vez en una carrera en donde constantemente nos caemos y Dios también es el que nos levanta. Pero, de hecho hay una manera más sencilla y cotidiana en la que nos damos cuenta sobre la dependencia y necesidad que tenemos del Padre. Este ejemplo es las escaleras… Sí, unas escaleras pueden ejemplificar como el ser humano sigue cayendo y llegando hacia su punto de quiebre constantemente, pero también cómo el Padre llega a reconfortarnos.
Como todos sabemos, si las escaleras llegan a ser largas y grandes llegamos a cansarnos o con el simple hecho de verlas, a desmotivarnos; y pues esto es lo que sucede en nuestra vida cotidiana también, cuando miramos que un proceso es muy largo y sin fin llegamos a desilusionarnos y a vernos incapaces de lograrlo; empezamos a ver lo que TENEMOS como herramientas para poder llegar a la meta, pero nos damos cuenta de que no somos capaces ni tenemos los recursos. Empezamos a ver nuestros errores e imperfecciones del pasado: miramos cuántas gradas hemos subido y nos comparamos.
Salmo 73:26 dice: “Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu, pero Dios fortalece mi corazón; Él es mi herencia eterna”.
Con esto podemos analizar que muchas veces nos caeremos de esas escaleras, otras veces nos cansaremos y detendremos también nos sentiremos incapaces, insuficientes y muchas cosas más. Pero que nuestra fe no dependa de qué tanta energía y recursos nos queden para seguir subiendo; que al mirar todas las escaleras ya subidas no nos desilusionemos por ver que hemos avanzado menos de lo que esperábamos; que esas escaleras nos recuerden que, a pesar de caídas, imperfecciones, errores, temores, afanes.
Dios sigue siendo nuestro refugio seguro, ese descanso para retomar energías y seguir subiendo, habrá más caídas y resbalones, pero no nos olvidemos que somos los imperfectos que Dios escogió para ser diferencia a donde quiera que vayamos y que, muchas veces sentimos que llegamos a nuestro punto de quiebre, pero Él se fortalece en nuestra debilidad y en las imperfecciones, para que su perfección reluzca en nuestros corazones.
-Saraí
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